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1-05-2005
-SALUD PSICOLÓGICA - Cuando mi hijo no lee como los demás.
En contra de lo fácil que nos pueda parecer, aprender a leer y a escribir es una tarea muy compleja, que requiere mucho esfuerzo por parte del niño. Los niños comienzan a tomar contacto con la lectura y la escritura en la Escuela Infantil, pero no es hasta Primero de Educación Primaria (6-7 años) cuando desarrollan el aprendizaje formal de la lectoescritura. Para que se produzca un adecuado aprendizaje de la lecto-escritura, se tiene que haber desarrollado en el niño una base previa. Es lo que se denomina "prerrequisitos para el aprendizaje de la lectura y escritura", que comprenden habilidades relacionadas con la inteligencia (como la memoria o la capacidad para hacer secuencias), con la psicomotricidad, con la percepción, con el lenguaje oral y con la comprensión, entre otras. Todas estas habilidades se ven facilitadas cuando el niño muestra una actitud positiva hacia las tareas escolares y, en general, cuando tiene buena autoestima. Si el desarrollo de estas habilidades es adecuado para la edad del niño, generalmente, no presentará dificultades en su aprendizaje. Al igual que en otro tipo de problemas, detectar y actuar a tiempo cuando existen dificultades en la lectura y escritura tiene beneficios relevantes de cara a su reducción y para prevenir un posible desarrollo de la dislexia. Tradicionalmente, se ha diagnosticado como disléxicos a los niños que presentaban problemas para aprender a leer y escribir. Pero no todos los niños que tienen dificultades para este aprendizaje son disléxicos. Por tanto, hay niños que presentan un retraso en el aprendizaje de la lectoescritura y otros que presentan dislexia. Las características en ambos casos son bastante similares. Sin embargo, la evolución de un niño con un retraso en la lectoescritura es mejor que la de un niño con dislexia, es decir, su mejoría en un tratamiento es mucho más rápida que en el caso de la dislexia. Esto es debido, en parte, a que los mecanismos relacionados con la dislexia son mucho más complejos que los del retraso en el aprendizaje. Aún así, se puede conseguir que un niño disléxico se ajuste a la normalidad. Aunque el diagnóstico de la dislexia no se realiza antes de los 7 años, no se debe esperar hasta ese momento para consultar a un especialista, ya que existen los llamados indicadores primarios de una posible dislexia. Se manifiestan entre los cuatro y los seis años, aproximadamente. Éstos pueden aparecer a dos niveles: en el habla y el lenguaje, y en la psicomotricidad. En el habla y en el lenguaje se consideran indicadores primarios de posible dislexia o de dificultades en el aprendizaje de la lectura y escritura los problemas en pronunciación, un vocabulario reducido para la edad, una expresión pobre (hablar poco y con estructuras muy simples) o una comprensión verbal deficiente. En la psicomotricidad, caben destacar los retrasos en el desarrollo del esquema corporal y la lateralidad, dificultades en aprender y confusión de colores, formas, tamaños y posiciones, torpeza en los movimientos y en la ejecución de actividades manuales, o tendencia a la "escritura en espejo" (cofundir, por ejemplo, la "p" y la "q"). Como conclusión, hay que entender que estos rasgos pueden aparecer en cualquier niño de forma aislada (por ejemplo, presentar un problema de pronunciación en determinados sonidos) y no significar una alarma para una dislexia. Pero sí debemos estar atentos y mantener contacto con el profesor del niño, ya que conoce la evolución del niño durante el aprendizaje de la lectura y la escritura. |
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