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17-03-2025
“El Encuentro” vuelve a Moratalaz

Moratalaz vuelve a contar con su icónica escultura ‘El Encuentro’, una reproducción en bronce de la obra original, la cual fue tallada en piedra blanca de Colmenar de Oreja, y retirada por actos vandálicos. Creada por Salvador Amaya, hijo del escultor Marino Amaya, la pieza ha sido reinstalada en la plaza del mismo nombre. Durante la inauguración, el concejal Nacho Pezuela destacó su valor como símbolo del distrito y parte de su identidad.

Salvador Amaya es un escultor que apuesta por la tradición figurativa y la maestría técnica en su obra. Concibe la escultura como un arte que debe transmitir emoción y reflejar la esencia del personaje representado. Su trabajo se centra en la precisión y el detalle, buscando una conexión directa con el espectador a través de un lenguaje claro y accesible. Para él, cada escultura es un testimonio que trasciende el tiempo y mantiene viva la historia.

Entre otros muchos trabajos, Salvador Amaya ha creado destacadas esculturas monumentales, como el 'Monumento al Peregrino' en Burgos, una figura de bronce de 2,20 metros inaugurada en 2004 junto al Hospital del Rey. En 2019, instaló en Badajoz una estatua de 2,85 metros del General Rafael Menacho, héroe de la Guerra de la Independencia, situada en la avenida de Huelva. Además, en 2003, erigió el 'Monumento a la Libertad' en Alcorcón, una escultura de bronce de 3,50 metros ubicada en la Plaza de la Libertad.

HEMOS QUERIDO CONOCER UN POCO MÁS AL AUTOR Y EL INNEGABLE VÍNCULO PRIMERO DE SU PADRE Y LUEGO EL SUYO CON NUESTRO DISTRITO:

¿Qué le parece que padre e hijo hayan podido compartir el vínculo de compartir y perpetuar una obra que ha sido y es también parte de la historia de mucha gente en Moratalaz?

Como artista era un reto muy interesante porque el estilo de mi padre y el mío son muy diferentes. Olvidarme de mi forma de trabajar y, adaptarme al palillazo y, a las formas redondeadas y esquemáticas de la obra de mi padre, ha supuesto un proceso de aprendizaje que me ha absorbido por completo. Es cierto que me crie viendo las esculturas de mi padre, y que tenía interiorizada la imagen enternecedora que proyectaba en sus obras, pero nunca antes había tenido la ocasión de aproximarme a su estilo con mis propias manos. Rebusqué en los catálogos y fotografías que había en casa de mi madre, e incluso aproveché que la Fundación Unicaja había organizado una exposición temporal en Málaga para empaparme de la obra que mi padre realizó en los años 60 del siglo pasado. Era el periodo que me interesaba en cuestión porque a lo largo de una vida, el estilo de un artista experimenta muchos cambios.

A nivel personal, las sensaciones eran diferentes. Estaba recuperando la memoria de mi padre. Cada minuto, cada hora que empleaba en trabajar, me acercaba más a él. Me asaltaban sus recuerdos, los ratos que compartimos en el estudio, sus enseñanzas, los proyectos en los que le ayudé. Lo he vivido como un homenaje al tiempo que un hijo disfruta de su padre y hace honor al oficio que le enseñó.

¿Qué idea motivó en su momento el conjunto escultórico? ¿En la actualidad podría tener el mismo significado?

Mi padre era conocido como "el escultor de los niños". En los años 60 se produjo un aumento de la natalidad que hizo que aquella generación fuera conocida como la de Baby Boom, y mi padre fue sensible a aquello. Llenó España de madres e hijos de piedra porque era lo que la sociedad del momento pedía: ilusión, esperanza, alegría... Una renovación generacional que garantizaba un futuro para España y ponía a la familia como base de la nación. El contexto social ha cambiado pero creo que valores como la familia y la alegría que dan los niños estarán siempre vigentes. Quizá hoy dedicamos nuestros esfuerzos a crecer en lo material en lugar de hacer crecer el amor en un hogar, pero el fondo persiste. El ser humano ama por naturaleza y el anhelo de formar una familia feliz nunca pasará de moda.

¿Guardaba cariño su padre a "El Encuentro"? Mire si es conocida en Moratalaz que acabó cambiando hasta el nombre de la Plaza.

Muchísimo. Yo crecí escuchando hablar de Moratalaz. De cómo se construyó el barrio y cómo don Manuel de la Quintana, presidente de Urbis, estaba fascinado con la obra de mi padre y quiso dotar al nuevo barrio con esculturas que lo caracterizasen. Esculturas que representasen a las nuevas familias que lo habitarían, al amor con el que crecen los niños en hogares estructurados, la alegría y las risas que inundarían las calles durante décadas. Las esculturas de niños simbolizaban lo nuevo, la esperanza en un futuro mejor, la humanidad, el deseo de convivir en paz y de poner en común el deseo de prosperar. De hecho, siempre escuché en casa que el deseo de mi padre había sido hacerse con un estudio en la Colonia del Ferroviario. Obviamente no pudo porque aquello estaba destinado a los trabajadores de Renfe, pero como su padre había sido fogonero, tenía una nostalgia especial por el mundo de los trenes.

Analizando su obra, que cuenta con un estilo propio muy descriptivo y detallista, ¿Cómo ha sido la experiencia de adaptarse al estilo con el que originariamente creó su padre esta obra, y aportar nuevos matices ahora con sus manos?

Sinceramente, ha sido más apacible de lo que esperaba. Yo soy un escultor que se preocupa mucho del más mínimo detalle. Procuro respetar al máximo la veracidad anatómica y expresiva, y me gusta adornar mis obras con todos los elementos que faciliten la comprensión del espectador sobre lo que quiero representar. Mi padre era todo lo contrario. Conseguía la esencia de la obra con formas sencillas y no necesitaba más. El expresaba la cotidianeidad como nadie, y no le hacía falta adornarla. La temática en la que he centrado mi obra personal requiere de una veracidad en las formas a las que procuro añadir una hondura espiritual al personaje que modelo. Claro que esto se comprende cuando se ve que mi obra está dedicada a personajes concretos, y la de mi padre estaba inspirada en sentimientos genéricos.

¿Qué ha pasado para que las calles de Moratalaz recuperen esta figura en la plaza?

Pues que Moratalaz tiene un presidente de la Junta de Distrito sensible al sentir de los vecinos de toda la vida. Hace años, cuando mi padre vivía, ya intentamos recuperar la escultura porque éramos conscientes de que formaba parte del ideario colectivo del barrio, además de ser una obra muy especial para mi padre. En aquel entonces no hubo suerte, y abandonamos la idea. La sorpresa fue mayúscula cuando me llamó el concejal. Creo que había habido movimientos previos en el Pleno, y sé que fue un tema que se aprobó por todos los partidos políticos de forma unánime. Creo que ese es el mayor reflejo del cariño que tenía Moratalaz por la escultura. Siento que la escultura del Encuentro es parte de la idiosincrasia del barrio.

Con este nuevo material tenemos obra para rato, ¿no?

Desde luego. Esa fue la primera decisión que tomamos. No queríamos ponérselo fácil al vandalismo, y el bronce es eterno. La piedra es propia de la obra de Marino Amaya, mi padre, pero al estar en un espacio público, hay que asumir que puede haber percances. La experiencia nos dice que el bronce es para siempre. En los años setenta, se encontraron bajo el mar Jónico unas esculturas del siglo V a. C. Estaban en perfecto estado. Ni siquiera el salitre había podido corroer el material. La escultura es una técnica plástica que permite experimentar con diferentes materiales: la piedra, la madera, el barro, etc. Pero el bronce... el bronce nos garantiza la eternidad.
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